En lo que ya se conoce como el ‘retorno milagro’, el alero Sean Elliot, de San Antonio Spurs, volvía a las canchas a la edad de 32 años, pero lo más significativo de todo ello es que lo hacía tras someterse a un trasplante de riñón donado por su hermano mayor Noel, convirtiéndose así en el primer deportista profesional que regresaba a la competición activa después de recibir semejante trasplante.
A San Antonio se le presentaba la inmejorable ocasión de colarse en una final por primera vez en su historia y enfrente estaba Portland, especialista durante aquella época en desechar ventajas aparentemente inamovibles (las más sonadas: ésta y la que protagonizarían el año próximo ante Lakers, de nuevo en las finales de conferencia). San Antonio partía con el factor cancha, del que supieron sacar partido en el primer envite. El segundo y tras el desarrollo del mismo, tenía toda la pinta de marchar a Portland, con lo que la eliminatoria, volviendo al Rose Garden, se iba a poner cuesta arriba. Todo ello hubiera sido posible sino estuviera de por medio la refulgente figura de Sean Elliott.
La situación pintaba en bastos para los pupilos de Gregg Popovich, que llegaron a tener 18 puntos de desventaja en el tercer cuarto, pero que a base de triples, principalmente del protagonista, Elliot, quedaría en nada entrados en el último minuto, donde la insólita exhibición de Elliott adoptaría visos divinos.
Todo vino precedido por un decisivo tiro desde la línea de personal, errado por Damon Stoudamire con 12 segundos por jugar y el marcador 85-83. De ese modo se abría la puerta del triunfo para San Antonio. Popovich pidió tiempo, y Elliot, ‘on fire’ durante todo el encuentro, sería el encargado de culminar la remontada, en un partido en que la única ventaja que obtuvo San Antonio fue la definitiva. Anotó su 6º triple – 2º en el último minuto – faltando 9 segundos y ante las desenfrenadas defensas, primero de Augmon (quién rozó el robo), después de Rasheed Wallace (llegó tarde al punteo), para jolgorio multitudinario de las 35.260 almas que poblaban un rebosante Alamodome.Entre Jim Jackson y Walt Williams no serían capaces de sacar jugo a una posesión que desvaneció cualquier esperanza de triunfo.
Este 2º partido no solo supondría la casi beatificación de Elliot, sino que los efectos secundarios psicológicos que originó este mazazo, fueron irreversibles. Tanto, que caerían vapuleados en los dos encuentros posteriores en Portland, para hacer presencia en su primera final NBA. Sobra decir que posteriormente se proclamarían campeones en una temporada que muchos se han aventurado a tildar de descafeinada. En San Antonio relucía el sol más que nunca, y ese 31 de mayo instalaba su porción en la historia de la franquicia, en un día que pasaría a renombrarse como el Elliott's Memorial Day Miracle.
A San Antonio se le presentaba la inmejorable ocasión de colarse en una final por primera vez en su historia y enfrente estaba Portland, especialista durante aquella época en desechar ventajas aparentemente inamovibles (las más sonadas: ésta y la que protagonizarían el año próximo ante Lakers, de nuevo en las finales de conferencia). San Antonio partía con el factor cancha, del que supieron sacar partido en el primer envite. El segundo y tras el desarrollo del mismo, tenía toda la pinta de marchar a Portland, con lo que la eliminatoria, volviendo al Rose Garden, se iba a poner cuesta arriba. Todo ello hubiera sido posible sino estuviera de por medio la refulgente figura de Sean Elliott.
La situación pintaba en bastos para los pupilos de Gregg Popovich, que llegaron a tener 18 puntos de desventaja en el tercer cuarto, pero que a base de triples, principalmente del protagonista, Elliot, quedaría en nada entrados en el último minuto, donde la insólita exhibición de Elliott adoptaría visos divinos.
Todo vino precedido por un decisivo tiro desde la línea de personal, errado por Damon Stoudamire con 12 segundos por jugar y el marcador 85-83. De ese modo se abría la puerta del triunfo para San Antonio. Popovich pidió tiempo, y Elliot, ‘on fire’ durante todo el encuentro, sería el encargado de culminar la remontada, en un partido en que la única ventaja que obtuvo San Antonio fue la definitiva. Anotó su 6º triple – 2º en el último minuto – faltando 9 segundos y ante las desenfrenadas defensas, primero de Augmon (quién rozó el robo), después de Rasheed Wallace (llegó tarde al punteo), para jolgorio multitudinario de las 35.260 almas que poblaban un rebosante Alamodome.Entre Jim Jackson y Walt Williams no serían capaces de sacar jugo a una posesión que desvaneció cualquier esperanza de triunfo.
Este 2º partido no solo supondría la casi beatificación de Elliot, sino que los efectos secundarios psicológicos que originó este mazazo, fueron irreversibles. Tanto, que caerían vapuleados en los dos encuentros posteriores en Portland, para hacer presencia en su primera final NBA. Sobra decir que posteriormente se proclamarían campeones en una temporada que muchos se han aventurado a tildar de descafeinada. En San Antonio relucía el sol más que nunca, y ese 31 de mayo instalaba su porción en la historia de la franquicia, en un día que pasaría a renombrarse como el Elliott's Memorial Day Miracle.
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